domingo, 18 de mayo de 2008

Cuento (Segundo tomo - Próximo lanzamiento)

A veces las páginas de los cuentos también narran sucesos tristes. Todos recordaremos siempre las muertes de Mufasa, el padre del Rey León, y la madre de Bambi. En este cuento que escribo también suceden catástrofes.
El 12 de mayo un fuerte terremoto sacudió el Reino del Gran Dragón. La zona afectada, una de las más pobladas del Reino, ha quedado devastada, dejando tras de sí miles y miles de muertos, un número aún mayor de refugiados y un vacío silencioso retumbando entre los muros deshechos de antiguos y modestos castillos. China ha sufrido mucho en estos cuatro meses desde el comienzo de su nuevo año: letales nevadas, accidentes de autobús y tren, muertos y heridos por las revueltas en el Tíbet... y ahora un terremoto.
Y ante tanta oscuridad también brilla la luz, que por pequeña que sea es suficiente para acabar con la más total y voraz desesperación.
El otro día decían en las noticias que un niño había sido rescatado bajo los escombros tras varios días de estar sepultado, lo cual ya supone una buena llama de luz. Pero esta llama de luz se convirtió en un gran faro cuando su padre lo reconoció y pudo abrazarlo después de tantos días de incertidumbre. ¿Y sabéis a qué se había dedicado este hombre durante esos días? Era uno de los voluntarios que ayudaba en las tareas de salvamento de otras personas. Tal vez nunca llegara a salvar a su hijo, pero con cada hijo que salvaba, estaba un poco más cerca de esa alegría del reencuentro. No diréis que este acto de generosidad no es más brillante que el mismo sol...
No os quiero dejar con mal sabor de boca, pues ya sabéis que me gustan los finales felices.
Hace un mes el Príncipe pidió su segundo deseo. Y también le ha sido concedido: permanecerá en el Reino del Gran Dragón por un año más y, por fortuna, sus compañeros Jaime, Dani y Lidia también lucharán a su lado con toda seguridad.
¿Alguien duda aún de que exista la magia?

jueves, 15 de mayo de 2008

Cuento de Cumpleaños (7ª parte)


El Príncipe comenzaba a encontrarse exhausto, pero aún le quedaban un par de pruebas.

De repente comenzó a sonar una melodía, no, una canción con letra, ¿pop? ¿rock? ¡Oh no! ¡Funky! El caballero Wu Fulin, antiguo vecino en la Torre de los Guerreros, tocaba su cítara e incitaba a brincar a quienes lo oían. El reto consistía en bailar cual "cisne en su lago", aunque no precisamente ballet clásico, pues sus movimientos se asemejaban más a un torpe pollo de corral que a un elegante cuellilargo blanco. Como no podía ser de otra manera, el Príncipe venció toda vergüenza y danzó al son de esa "música" hasta conseguir su objetivo.



Ya había llegado el momento de acabar la aventura. Sin embargo, para superar la última prueba, el Príncipe debía realizar un último hechizo y convertirse en una ligera mariposa ante los ojos de decenas de hijos del Gran Dragón. La hechicera Lidia, junto con el caballero Dani y la dama Mireia, pusieron en sus manos las herramientas que utilizaría para echar a volar. Las cintas de colores se agitaron y voló. Como recompensa, sus compañeros le ofrecieron el regalo que la joven heraldo Sandra había dejado para el Príncipe unos días antes de partir hacia sus tierras: un delfín que lo relajaría en los momentos más tensos. Además, también pudo hablar con ella gracias a la magia del teléfono móvil...






Sólo quedaba volver a casa, a sus aposentos. Todos sus compañeros de aventura habían desaparecido en cuestión de segundos. ¿Dónde habían ido? Al llegar a su cuarto, la escena que se encontró conmovió al Príncipe. Todos sus amigos le aguardaban a oscuras en su habitación con la única luz de 25 largas velas sobre un bizcocho casero de chocolate.



Ni en aquel momento, ni ahora, ni nunca, el Príncipe podrá encontrar las palabras apropiadas para agradecerles todo lo que han hecho por él y el amor y cariño que le han regalado. ¡GRACIAS!



Al igual que de sus compañeros del Reino del Gran Dragón, el Príncipe recibió ese día y en los siguientes felicitaciones procedentes de todos sus amigos. Incluso, las princesas de su Reino le obsequiaron con un cuento en internet también.



¡GRACIAS! Me hacéis sentir un hombre especial cada día que paso con vosotros y vosotras. Ojalá la tinta de este cuento siga escribiendo muchas páginas con los caballeros, princesas y demás animalillos del bosque que siempre me acompañan.

miércoles, 7 de mayo de 2008

Cuento de cumpleaños (6ª parte)


Raudo y veloz, el Príncipe acudió al encuentro de un nuevo desafío, en "un lugar donde todo se pierde..." Y no podía ser otro que los aposentos del fiel escudero Lluís, un caballero de naturaleza descuidada, que olvida caballo y espada en cualquier encrucijada.



Al atravesar el umbral de su puerta, cayó de nuevo presa de un hechizo, que lo despojó de sus ropajes y lo vistió como un bufón. Si quería librarse de esta maldición, debía sacar sendas carcajadas simultáneamente del escudero Lluís y la doncella Judit. Diez segundos bastaron para dibujar una sonrisa en el rostro del caballero, cuya atronadora risa tantas veces había asustado a los hijos del Gran Dragón. Sin embargo, los labios de la bella Judit parecían sellados, como petrificados por la mirada de la mismísima Medusa. El Príncipe, que no cuenta con grandes dotes cómicas, recurrió a todos los chistes que conocía, bailó, actuó y representó situaciones graciosas, mas todo en vano. La paciencia de los cortesanos se agotaba y Judit seguía sin mostrar siquiera un atisbo de alegría en sus ojos. ¿Otro fracaso en esta aventura? ¡No! El Príncipe era consciente de que la solución pasaba por jugar sucio, pero no existía ninguna regla que lo detuviera...


Una lluvia de cosquillas penetró los cuerpos de ambos amigos y sopló el viento de la risa.


Como recompensa, el Príncipe recibió la antítesis de un regalo: un queso, un rancio recuerdo de sus manías. Menos mal que el cortejo que le acompañaba estaba más que dispuesto a devorar tan dulce manjar en estas tierras.


Esta vez su siguiente destino apuntaba al gran conversador Luis, que, de acuerdo con la pista, guarda un gran parecido a Bertín Osborne y al Príncipe Don Felipe. El guerrero Luis quería resarcirse de algún modo del acoso fotográfico que reciben los forasteros en el Reino del Gran Dragón y retó al Príncipe a que consiguiera cinco fotos con cinco hijas del Gran Dragón. No consiguió sus besos, pero una "berenjena" (equivalente a nuestro "patata") no podía ser tan difícil de obtener...




El final de la aventura ya está cerca.

sábado, 3 de mayo de 2008

Cuento de cumpleaños (5ª parte)

Ahora el Príncipe había sido coronado y armado caballero, pero un héroe nunca olvida sus orígenes, por humildes que sean...

"Allí donde nacen los ríos marrones..." podría indicar el vertedero tras la Torre de los Guerreros, pero, pensado escatológicamente, también podría conducir a la morada del caballero más "suelto". En efecto, convertido en un cruel ogro, el guerrero Daniel había sucumbido a las artes oscuras y retaba al Príncipe en su particular ciénaga. Un poderoso embrujo transformó la nueva espada en una escobilla de váter y la corona reluciente en unos guantes de plástico. La sucia misión del Príncipe consistía en bajar de su trono dorado para limpiar un "trono" cagado...



Tal vez las imágenes puedan resultar desagradables, pero os aseguro que las "dulces fragancias" que se respiraban superaban en gran medida lo que los ojos os muestran.


Después de que el agua limpia arrastrara consigo los desechos de algún ser malvado, el Príncipe desencantó al caballero Daniel y fue obsequiado con la figura de un pequeño dragón, bajo cuya garra tiembla el mundo, un recordatorio de la amenaza que se cierne sobre la Tierra y del motivo que condujo al Príncipe a estas tierras lejanas.


En el lugar donde los guerreros encuentran provisiones dentro de la Torre, la tienda, se encontraba la siguiente prueba para el Príncipe. La hija del Gran Dragón que allí habitaba le entregó un gran espejo cubierto de rostros, un espejo mágico que no reflejaba a aquel que lo contemplaba, sino que mostraba recuerdos, momentos felices capturados en el tiempo para toda la eternidad, caras amigas, a excepción de una... ¿A quién pertenecían esos ojos? ¿Quién inclinaba la cabeza con ese gesto tan peculiar? Este era el acertijo. La respuesta no tardó en llegar. A pesar de no haberla visto nunca, las descripciones de sus compañeros, bastaron para confirmar la hipótesis de que se trataba de la misma Hada del Destino Ico.

jueves, 1 de mayo de 2008

Cuento de cumpleaños (4ª parte)

Entre las muchas virtudes conferidas al héroe de un cuento, sobre todo a los de Disney, se encuentra la de poder cantar bellas melodías de amor...


Tras abandonar el campo de batalla y rendir sus armas entre carcajadas, el joven Príncipe dirigió sus pasos hacia la alcoba de una bella princesa. Aunque la pista para encontrarla no era muy adecuada, resultaba inequívoca, pues las alforjas de polvo blanco sólo se pueden encontrar con facilidad en el Reino de la Princesa Cayita. Hechizada bajo la apariencia de un rostro mudo y frío, el tierno corazón de la Princesa latía por ser fundido al son de las notas de una canción de amor verdadero. ¿Prometerle Un mundo ideal? ¿Cantarle que "es la noche del amor" o que "la belleza está en el interior"? ¿Demostrarle que era él su "príncipe azul, que ella soñó"?

"Si no te conociera, si no fuera por tu amor, no sabría el corazón lo hermoso que es vivir; si no te tuviera, no sabría cómo al fin he logrado ver en ti lo que faltaba en mí..."

El hielo comenzó a derretirse y una sonrisa asomó a sus labios, aunque seguramente debido a una voz estridente y a unos "gallos" fácilmente previsibles. Un valioso tesoro guardaba la Princesa: una corona de plata, símbolo de la realeza y un pequeño truco de los monarcas menos altos para acrecentar su aparencia imponente. Fueron sus pequeñas manos las que le coronaron como Príncipe y le entregaron el acertijo de su próxima parada.

La morada del viejo "Yoda", la biblioteca del sabio con menos pelo, la cocina del experto cocinero, el salón de los mejores banquetes, el lugar donde se encuentra la respuesta. La brújula del Príncipe sólo podía apuntar en una dirección, hacia el historiador Jaime.

El siempre animado comedor principal se encontraba a oscuras y una atmósfera de solemnidad embargó el espíritu del Príncipe. Podía haber sido coronado con honores, pero aún no había sido armado caballero, ni siquiera disponía de una espada. El caballero Jaime se encargó, por tanto, de completar el ritual y de entregarle la espada con la que podría combatir al Gran Dragón. Además, le obsequió con su anillo de fraternidad, que, como si de él mismo se tratara, le acompañaría y protegería de todo mal durante esta aventura.