sábado, 19 de septiembre de 2009

Cuento de las Tres Princesas (2ª.parte)

Las Tres Princesas estaban demasiado acostumbradas a las comodidades de palacio, por lo que un viaje de siete horas en autobús litera suponía una caída bastante considerable en los estándares del lujo: "Esta manta está sucia", "Esto huele mal", "¡Cómo se mueve el autobús!"... Aplacada la furia del Príncipe después de que decenas de hijos del Gran Dragón intentaran timarlos en la estación y del retraso en la partida, el protagonista de este cuento se rindió sin más al sueño. Sólo la princesa Ali demostró ser la más digna descendiente de la Princesa del Guisante, ya que no durmió durante todo el trayecto. Así pues, nos pudo informar después de las múltiples paradas y un control policial.


Aún no había salido el sol cuando fuimos abandonados cerca de un peaje de autopista en medio de la nada, sin apenas luz ni información. ¿Dónde estaba Pingyao? Por supuesto, un hijo del Gran Dragón vio su oportunidad ante tales miembros de la realeza occidental y, sin ninguna alternativa más, nos vimos obligados a requerir de sus servicios. Lógicamente, el precio anunciado por el taxista superaba los límites de la vergüenza y la tomadura de pelo, por lo que el Príncipe entabló una batalla verbal con él. Ni las Princesas ni la encargada del hotel conseguían calmar los ánimos. Despiertos en mitad de una noche oscura, parecían vivir una verdadera pesadilla.

Menos mal que sus habitaciones estaban listas para darles una calurosa bienvenida y los acogedores salones contrastaban con el duro frío exterior. Habían llegado a su fortín, un lugar detenido en el tiempo de los viejos emperadores.


Pingyao es una de las ciudades más antiguas de China que mejor se conserva intacta ante los estragos de la modernidad, y goza aún de una arquitectura tradicional dentro de sus murallas. Es un tesoro oculto en medio de la nada.

Sus viejas murallas defendieron con valentía esta pequeña ciudad, un cofre que escondía un suculento botín...

Un gran botín, sí, porque Pingyao vio nacer el primer banco del Reino del Gran Dragón y las familias más poderosas y ricas del país. Pero, ¡Princesa Maite, aún no aceptan tarjetas de crédito!


Escarmentados por el principio tan accidentado del viaje y los enfrentamientos constantes con los hijos del Gran Dragón, los príncipes decidieron alistarse en el ejército y aprender sus técnicas milenarias desde el interior.






Sólo una advertencia a aquellos aventureros que osen visitar este paraje durante el crudo invierno chino: No os fiéis de los cielos azules ni del sol radiante, cuando caen las sombras es mejor estar bajo cubierto; de lo contrario, ni un centenar de manos frotando vuestro cuerpo os hará entrar en calor.

martes, 15 de septiembre de 2009

Cuento de las Tres Princesas (1ª.parte)


Un cuentacuentos siempre cumple su palabra.
Hace ya mucho tiempo, cuando el Príncipe aún habitaba en el Reino del Gran Dragón, cuando los guerreros aún gozaban de su momento más dulce y la magia de la novedad inundaba la tierra y los corazones, tres jóvenes amigas del Príncipe iniciaron un largo viaje desde las orillas del Mediterráneo hasta el helado lomo de aquel dragón que dormía su sueño invernal: Alicia, Maite y Sonia descubrirían la belleza de un mundo diferente y se armarían de paciencia ante los hijos del Gran Dragón.

Tras un merecido descanso en la capital del Imperio y habiendo recobrado la noción del tiempo en tierras tan lejanas, las Tres Princesas y el Príncipe se adentraron en el corazón de China en busca de antiguos tesoros enterrados en la tumba del primer y más feroz emperador chino, Qing Shihuang, quien unificó el país, hizo construir la Gran Muralla y convocó a un ejército de terracota para que velara su sueño eterno y protegiera sus bienes más preciados.

Xian fue la primera capital del Imperio, la ciudad que vio nacer al Gran Dragón que es hoy China. Esta ciudad protege muchos tesoros entre sus viejas murallas y, sin duda, su barrio musulmán es uno de los rincones más fascinantes de esta urbe aparentemente monocromática.

Sin embargo, nuestros aventureros pronto encontraron sus primeras dificultades en este viaje. En plenas vacaciones del Festival de Primavera, los hijos del Gran Dragón se convierten en una gran marea humana que inunda y desborda el transporte público. No exagero cuando afirmo que la odisea vivida por Ulises parece un crucero de placer comparado con los problemas a la hora de encontrar un billete de tren y ajustarse a un plan de viaje. No, no todo eran danzas y música en una Xian que acababa de celebrar su Año Nuevo y festejaba también un San Valentín demasiado americano.

Los Hijos del Gran Dragón son unos expertos en poner a prueba la paciencia de los guerreros procedentes de occidente: pueden caer sobre vosotros en emboscada, rodeándoos y reduciendo las posibilidades de huir, o pueden desvalijaros sin notar siquiera una brisa cercana al cuerpo. ¡No os amedrentéis y plantad cara! En este punto, hasta el príncipe más encantador puede rasgarse las vestiduras y dar rienda suelta a su ira, pues que te roben una cámara recién comprada, un arma tan valiosa para poder ilustrar este cuento, puede nublar el juicio y los sentidos y transformar una bella ciudad en algo parecido a esto...

lunes, 14 de septiembre de 2009

Cuento de un sueño de dos noches de finales de verano


"No quedan días de verano...", canta Amaral.


Y es cierto que a este cuentacuentos le van quedando cada vez menos historias que contar. Pronto cerraré el segundo volumen del Príncipe Chino y, tal vez no sobre papel ni tampoco en formato de unos y ceros, pero seguiré imaginando nuevas aventuras para el protagonista del cuento. Aún tengo una deuda pendiente con los lectores, algunas páginas que me salté en su momento... Ha llegado el momento de escribirlas, pero mientras hago un poco de memoria y las preparo, os mostraré lo sencillo que resulta disfrutar de estos últimos días de verano.

Pedir deseos es la manera más eficaz de que se cumplan los sueños, pero en la magia de los cumpleaños no es necesario formularlos en voz alta, ya que con la ayuda de unas cuantas hadas y genios, es posible transformar la isla de Ibiza en la también paradisiaca Hawaii. ¡Felicidades Elena!

Y aún queda magia suficiente para retroceder en el tiempo y volver a los años 70. En el gran palacio de Pachá, en su último baile del Flower Power, se puede oír "All you need is love", "Love is in the air" y, de fondo para la foto, un "Yellow Submarine"...

¡Paz y amor, hermanos!

domingo, 6 de septiembre de 2009

Cuento del Último Banquete

El Príncipe estuvo bastante ocupado durante los últimos días: una visita relámpago a su país en busca de fondos para las próximas aventuras, el envío de las pertenencias que había acumulado durante este par de años, algún encargo, algún regalo, las últimas pruebas y, por supuesto, las cenas de despedida. Los días se sucedían rápidamente mientras sus compañeros estaban enfrascados en nuevas batallas...

Y por última vez, o al menos en algunos años, se puso el sol para el Príncipe en la capital del Reino del Gran Dragón.

Y el último banquete debía celebrarse en un sitio mágico: aquel que tantos mediodías y noches salvó a los guerreros del hambre, aquel que albergó cumpleaños y despedidas, aquel que se convirtió en un lugar cómodo y cercano, aquel donde habitaban las discusiones más trascendentales y las risas más embriagadoras: el Katoya.

¿Y qué sería de un banquete mágico, si quienes lo hacen tan especial no participaran de él?

EL ÚLTIMO RETRATO DE FAMILIA